Cuando otros pudieran estar dándoselas de millonario, y
aprovechando el tiempo libre buscando en qué gastar su dinero, el pelotero
Carlos Correa está demostrando que está tomando en serio su condición de
profesional.
En eso se convirtió cuando días después de ser escogido por los
Astros de Houston en el turno inicial del sorteo de novatos de las Grandes
Ligas, firmó su contrato por una bonificación de $4.8 millones.
Y es evidente que cuando habló a la prensa estadounidense y dijo
que prefería ser comparado con el campo corto de los Yankees, Derek Jeter, por
su buen comportamiento dentro y fuera del terreno de juego, Correa estaba
hablando en serio.
A solo días de su arribo a la Isla la semana pasada tras
concluir una extenuante temporada en su debut en las ligas menores, el joven de
17 años volvió a la carga y no ha dejado de pisar el parque en su natal Santa
Isabel.
“Si yo no he salido del parque...”, respondió cuando se le
preguntó si estaba aprovechando sus vacaciones después de un intenso proceso de
preparación para el draft, que comenzó un año y medio antes del 4 de junio.
“Llegué el jueves (30 de agosto), cogí el fin de semana libre, y
ya el lunes estaba en el parque”, dijo al finalizar el jueves el conversatorio
que tuvo junto al lanzador de Triple A, Hiram Burgos, para sus excompañeros de
la Puerto Rico Baseball Academy & High School. “Anoche mismo (miércoles)
estuve en el parque hasta las 10:00 de la noche”.
Ese afán por el trabajo tiene una explicación, a pesar de que
tuvo un agotador primer mes de temporada en la Liga de la Costa del Golfo en
Florida, donde llegó a jugar con temperaturas de 100 grados, en jornadas que se
extendían de 8:00 de la mañana a 5:00 de la tarde en el parque.
La explicación es que el béisbol está impregnado en la sangre y
el ser de Carlos Javier. Sus padres dan fe de eso, y el compromiso de su hijo
con el entrenamiento no les sorprende porque lo vivieron.
“Como madre, en un momento dado, tuve una preocupación, y era
que todo a su alrededor era pelota. Le dije a su padre, ‘Carlos tiene que
conocer otras cosas... ambientarse en otro terreno, porque todo es béisbol,
béisbol’...”, recordó Sandybel Oppenheimer, la progenitora del joven.
“Él (su esposo) me decía, tranquila, porque eso es lo que a él
le gusta. Yo me preocupaba porque quería que tuviera una infancia como los
otros nenes”.
Recibió críticas
Sin embargo, Carlos Javier no nació para ser igual a los demás.
Y sus padres lo comprendieron en el proceso.
“El papá me decía, ‘a él le gusta, y él lo está pidiendo
(béisbol). Yo me voy a sentar un ratito, y lo verás halándome porque quiere ir
a jugar’. Y así fue. Ahí fue que me convencí”, dijo Oppenheimer.
Correa, padre, quien aparte de su progenitor fue una especie de
coach personal para Carlos Javier, recuerda que incluso lo criticó gente que lo
veía en esas prácticas extendidas, cuando su hijo todavía era un niño.
“Papá Dios nos dio una pista de que a él le gustaba el béisbol.
Él siempre nos decía, ‘papi, yo voy a llegar aquí’ (profesionalismo). No era
que lo obligáramos. Hasta nos decían, ‘lo vas a explotar’. Pero era él mismo
quien quería. Ni a los cumpleaños podíamos ir, porque llegábamos a las 3 o 4 de
la tarde, y ya a las 6 había que irse porque él quería ir al parque”, contó el
padre. Para Carlos Javier, el hecho de conseguir su sueño al ser escogido en el
sorteo el 4 de junio, no lo hace menguar en sus deseos por entrenar, tal y como
lo hizo antes de lograr ese primer paso de convertirse en profesional. Su
próximo peldaño a escalar, es llegar a las Grandes Ligas en tres años.
“Antes del draft estuve trabajando fuerte. Venía a la escuela
(PRBAHS), viajaba todos los días una hora o una hora y 15 minutos. Hacía mi
entrenamiento aquí (Gurabo), estudiaba y practicaba. Y luego en mi casa (Santa
Isabel) hacía otro entrenamiento con mi padre, lo que era sacrificado porque me
acostaba a las 11:00 de la noche para al otro día levantarme a las 5:00 (a.m.)
para venir otra vez para la escuela”.
“Esto es a base de esfuerzo y dedicación. El más que trabaje es
el que mejores resultados va a tener”, continuó Carlos Javier, quien estará en
Florida tres semanas, hasta el 10 de octubre.
Ética Contagiosa
Esa ética de trabajo, y de dar la milla extra más allá de lo que
exige su equipo o institución, es lo que a juicio del exdirigente de Grandes
Ligas, el puertorriqueño Edwin Rodríguez, puede contagiar no solo a un equipo,
sino a una liga entera, como él espera que ocurra cuando el santaisabelino se
ponga el uniforme de los Gigantes de Carolina en la Liga de Béisbol Profesional
Roberto Clemente. Los Gigantes aseguraron que Correa será su primera selección
en el sorteo de novatos del béisbol invernal.
“Estamos ante un caso bien interesante que puede servir de
modelo para el desarrollo de los jóvenes en Puerto Rico. Podríamos sacar
(mencionar) a cuatro o cinco nombres que en su momento tenían el mismo talento
físico que Correa. Te diría que nunca llegaron a Grandes Ligas y es por eso
mismo”, dijo Rodríguez refiriéndose a la falta de compromiso por el trabajo.
“Lo que uno aprecia de Carlos por la forma que se expresa, y lo
secunda con sus actos, es que su meta es poder desarrollar su habilidad física
hasta lo máximo. Unos tienen como meta ganarse un millón o dos. Otros, llegar a
Grandes Ligas, que son metas tangibles. Pero tal parece que la meta de Carlos
no es tangible... que solo él podrá decir cuando llegue, ‘¡llegué!’”, añadió el
dirigente de los Gigantes del béisbol invernal y expiloto de los Marlins en las
Mayores.
“Ese es el tipo de pelotero que llega al Salón de la Fama”.
“Es del tipo que llega a ser consistentemente un jugador
estrella, que compite con él mismo. Eso es lo que yo creo que estamos
presenciando con este fenómeno, porque tengo que llamarlo de esa manera”.
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